Formación
Madurez cristiana

Madurez cristiana

Humanamente hablando, quien tiene una personalidad madura, tiene un objetivo en la vida, y además, lo sigue y no se deja llevar por sus caprichos.

Uno de los factores que la producen es el paso del tiempo que nos lleva a superar adversidades y fijar la voluntad en el proyecto vital. Esto es algo propio de adultos, pues ni los niños ni los jóvenes tienen asentado el proyecto vital, y menos aún en la etapa de tránsito entre la niñez y la juventud que es la crisis de la adolescencia.
Pero, hete aquí, que la edad sola no basta para madurar. Pues, no recuerdo dónde, he leído que la inmadurez consiste precisamente en que la edad corporal no coincide con la edad mental: un inmaduro tiene la mente de un niño en un cuerpo de más de 25 años… Pero yo no soy quien para explicar el proceso de maduración aunque pienso que la “calidad” del proyecto vital tiene mucho que ver en él.
Mutatis mutandis, por decirlo de una manera ligeramente pedante, podemos hablar también de la madurez en la vida espiritual, pues me preocupa que rebajemos el nivel de ésta para tener éxito en nuestra pastoral. Un buen amigo mío me dijo una vez de esas frases precisas que dicen mucho por lo que sugieren: no es lo mismo tener éxito que dar fruto; es más, visto con ojos humanos, Nuestro Señor no tuvo éxito; dio fruto. Esta reflexión me sugiere la pregunta sobre lo que es necesario hacer para dar fruto en la vida pastoral. La respuesta es fácil: vivir todo el evangelio en serio, sin rebajas ni acomodaciones. Rebajar el evangelio es lo que el mundo pide a gritos: quiten uds. el celibato y ya verán como se les llenan las iglesias, admitan los anticonceptivos, etc. Cuando me encuentro con estos razonamientos simples me acuerdo de lo que me contó un Cardenal gallego español, al que fueron a visitar los miembros de la mesa por la normalización lingüística gallega para pedirle que forzase más este idioma en la liturgia. Él, con marcado acento gallego, les preguntó: ¿pero cuántos de uds. van a Misa los domingos? Uno, con luengas barbas, contestó que él iba de vez en cuando; y el sabio Cardenal les contestó con la retranca propia de los gallegos: pues, cuando vengan a Misa, se la celebro en gallego…
Esto es, para dar fruto no hay que ser superficial y hay que tomarse en serio la Pasión de Cristo. San Ignacio en los ejercicios espirituales, gran camino de santidad, invita a seguir a Cristo en la pena, para participar de su gloria, y dedica toda una semana a identificarse con la Pasión de Cristo. Volviendo al tema con el que empezaba estas reflexiones, la madurez espiritual es tener un proyecto de vida, en el que no solo estén las metas naturales, como fundar una familia, llevar una vida digna, tener un trabajo que me permita mantener a la familia, etc. La madurez espiritual es tener un proyecto de vida en el que lo natural esté al servicio de los sobrenatural, que ponga en primer lugar la pregunta por lo que Dios quiere de mi, que busque amar en la dimensión de la Cruz, par poder vivir la vida nueva de Cristo resucitado, la vida en el espíritu. Madurez humana, sí por supuesto. En el Cristiano tiene otro nombre: santidad.

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