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Humanismos sin Dios

Humanismos sin Dios

No era raro escuchar a san Juan Pablo II hablar de los humanismos sin Dios. Los conoció en primera persona y sabía de su poder destructivo no solo de la sociedad, sino del hombre mismo. Se refería, sin duda al comunismo en Polonia, y al nacional socialismo.

De ellos habló en su exhortación Reconciliatio et Poenitentia donde hizo una análisis extraordinario del «secularismo» que merece la pena ser leído. Al hablar de humanismo tenía como referencia el libro El drama del humanismo ateo de su amigo el del Cardenal Henri de Lubac. Y acuñó una frase potente para expresar su pensamiento: el hombre puede construir un mundo sin Dios, pero éste terminará volviéndose contra el hombre (RetP 18).

Hoy España es un país en el que campan a sus anchas humanismos sin Dios. De hecho corremos un peligro enorme de que se institucionalicen tal como van evolucionando estos últimos días los pactos para gobernar en España. Incluso el término humanismo es preocupante, pues al poner el acento en el hombre, puede abrirse la puerta al ateísmo, que al final termina volviéndose contra el hombre. Es por tanto esencial tener una sana antropología, y esta no se puede tener sin la referencia a Dios. Por ello es necesario hablar explícitamente de Dios. Me explico: al inicio de la Biblia se afirma: “Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra”, por tanto, para el creyente, el modelo del hombre es Dios mismo, en su misterio trinitario. Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, Dios de amor y misericordia, es la raíz de la vocación del hombre. Y tiene el don de la libertad para vivirla. Más aún, Cristo encarnado revela al hombre su dignidad y su vocación, expresión que leemos en el Concilio Vaticano II, en la Gaudium et Spes 22. Si quitamos las referencias a Dios y a Cristo, tanto a nivel personal como social, nos quedamos sin modelo de hombre, o sea que no sabemos qué somos, ni cuál sea nuestra vocación o destino. Y entonces el fin es el Estado que amenaza la libertad. Este es el drama del ateísmo y la raíz de que el mundo sin Dios que creamos termine destruyendo al hombre.

No hay que ir muy lejos para verlo. Por una parte la tecnificación de la sociedad es difícilmente compatible con políticas sociales o economías que creen puestos de trabajo para los sectores menos formados de la sociedad. Hoy uno puede comprar un robot que corte la hierba en un jardín por mucho menos de lo que tiene que pagar a un jardinero. Por otra parte, si el gobierno parte de principios ateos que desarrolla en su legislación, difícilmente admitirá la libertad de educación o la libertad de conciencia, por lo que la democracia verdadera está amenazada como hemos visto en las declaraciones de la ministra Celaa.

Es serio esto que ocurre, y algo tan importante como nuestra libertad está en juego. Llevamos muchos años deslizándonos por un camino resbaladizo que lleva a una sociedad en la que el hombre no tiene libertad de conciencia tanto para lo más sagrado que es el culto a Dios, como para educar a sus hijos en ello. Este camino lleva a que el hombre es una marioneta del estado o de los lobbies, y es indicativo de lo que se pretende el que quienes se apoyaron en la libertad de conciencia para no hacer el servicio militar años atrás, hoy son los primeros en negar este derecho a los padres de familia o a los médicos en caso del aborto o eutanasia. Ciertamente nos enfrentamos con un enemigo muy poderoso. Si no defendemos la educación católica perderemos la batalla.

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