Fe, nacionalismo, libertad

Creo que somos muchos los preocupados por la situación actual de España. Ya hemos dedicado en el boletín algunos artículos a reflexionar sobre el nacionalismo y el amor a la patria, temas ambos sobre los que ha hablado el magisterio de la Iglesia. El Catecismo de la Iglesia Católica habla del amor a la patria en la sección dedicada al cuarto mandamiento, honrarás padre y madre. Otros temas de moral social relacionados con el momento actual son el obligado cumplimiento de las leyes que no sean manifiestamente injustas, tema que aparece en el Nuevo Testamento, y por supuesto, el amor a la verdad, el respeto a la democracia y a las minorías y similares. Pero no quiero hablar de ellos, pues me parecen suficientemente claros.

Quisiera reflexionar sobre el nacionalismo desde el punto de vista de la actitud de un creyente, y en especial un católico; es obvio que nuestra sociedad ha sufrido un proceso de secularización, que tiene una parte positiva, que es la legítima autonomía de las realidades temporales, que lleva a una separación, buena, de la Iglesia y del estado, que no es una apostasía, pero puede serlo. Pero, la pérdida de fe de nuestra sociedad occidental ha borrado a Dios del horizonte de pensamiento y del horizonte vital; con esta pérdida se cambia de absoluto. Quien cree en Dios y se lo toma en serio, no con la fe ridícula que reduce la misericordia y la justicia de Dios a algo con menor influencia en la vida que las barbas de santa Claus, sabrá que hay un absoluto en la vida, y solo Dios tiene el derecho de serlo. Pero, con la secularización de las mentes y los corazones, tengo la impresión de que se ha cambiado de absoluto, y esto es muy peligroso. Creo que detrás de los nacionalismos totalitarios se esconde un sustituto de la idea de Dios. Y claro, si identifico, inconscientemente por supuesto, la nación con Dios, la verdad es la nación, y todo lo que quiera relativizar a la nación se convierte en el enemigo a batir.
Leí en un gran teólogo francés, Yves Congar, que el cambio de la sociedad no vino con los cambios ideológicos de la Ilustración, cuanto con el asesinato de Luis XVI en el inicio de la revolución francesa. Congar veía en este hecho al asesinato del padre de la sociedad, que era el Rey. Intuición profunda. En la actualidad la crisis de la figura del padre quizá tenga su origen en este asesinato, que hace que al emanciparse una sociedad de la monarquía absoluta, se emancipe de Dios, del orden moral, y se absolutice a si misma. No en vano, el socialismo ideológico tiene también su origen en este hecho. Por ello, creo que más que el asesinato del padre de la sociedad, lo que ha venido es un cambio de padre, pues ya no es Dios, sino el estado, el señor y el dueño de la moral; y en el caso de Cataluña, es la calle el origen de la moralidad y de la justicia. Al menos eso se piensa, porque la realidad va por otro camino; al no haber padre, quien marca en nuestros días la moralidad es quien tiene mayor capacidad de manipulación, y esta está relacionada con los intereses del manipulador.
Qué lejos estamos de un verdadero catolicismo que busca la unidad del género humano, y que cree, por supuesto respetando la libertad de conciencia, que la Iglesia es el sacramento de la unidad de este género humano. Y que tiene al Evangelio como norma de vida, y a la justicia social como principio de actuación. P. Javier, párroco.

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