
En el centenario de san Juan Pablo II
Hace tiempo leí bastante a san Juan Pablo II. Me interesó profundamente y cada lectura que hacía de obras suyas o de estudios sobre su pensamiento despertaban en mi intuiciones profundas. Un gigante del Espíritu.
Hoy celebramos el centésimo aniversario de su nacimiento y no quiero dejar pasar la ocasión sin escribir unas reflexiones sobre su persona y papel en el siglo XX.
San Juan Pablo II fue Pedro en tiempos de modernidad. Cuando se lee a George Weigel se entiende el marco histórico en el que vivió. Le tocó estar en la encrucijada entre el nacional socialismo y el comunismo, podemos decir que fue la propuesta de Dios a las propuestas de Hitler y de Stalin, dos antropologías sin Dios que se volvieron contra el hombre. San Juan Pablo II se mueve entre Auswitch y Katyn, por poner un símbolo de quien fue Stalin. Muchos de sus compatriotas murieron en estos lugares y él se formó primero bajo la invasión alemana de Polonia y luego bajo la bota del comunismo. En estas dos circunstancias se ponen los cimientos de su vocación. Dios concedió al joven Karol una fuerte vocación intelectual y el cultivó también estos talentos. Fue introducido a san Juan de la Cruz por un laico polaco, el sastre Jan Tyranowski. Estos días he sabido que el proceso de beatificación de este joven está iniciado en la diócesis de Cracovia y ya están atestiguadas sus virtudes heroicas. Creo importante reseñar que además de san Juan de la Cruz influyó en Tyranowski, y de rebote en san Juan Pablo II otro gran libro de espiritualidad, el que conocemos como el Tanquerey, el Compendio de teología ascética y mística de Adolphe Tanquerey. Libro muy recomendable.
En mi opinión en san San Juan Pablo II se da una síntesis profunda entre corrientes clásicas y modernas tanto filosóficas como literarias o psicológicas. Y esto enriquecido por la vida pastoral y la experiencia cristiana. La historia polaca y las circunstancias que vivió forjaron un sacerdote, pastor, y amigo, que desde la amistad y la filosofía moderna fue el instrumento que Dios eligió y él respondió para proponer al mundo el misterio de Dios y el misterio del hombre. Considero que esta es su gran aportación.
Lo que a mí más me impresiona de su doctrina
Juan Pablo II es maestro de interioridad. La persona tiene un núcleo íntimo donde reside su vida, y desde aquí se vive la amistad. Cuando se lee Diario de una amistad, escrito por una de sus mejores amigas, médico y psiquiatra, superviviente de Auswitch, y dirigida espiritual de san Juan Pablo II,uno cae en la cuenta de la profundidad con que Juan Pablo II vivía la amistad. Ésta, en mis palabras, no sé si él las usaría así, consiste en que la otra persona, o más bien, la interioridad de la otra persona, entra en comunión con mi propia intimidad,y así se da lo que los griegos llaman amor de filía, amor de amistad. Creo, sin ser especialista en esto, que el análisis fenomenológico de esta experiencia es una de los elementos que Juan Pablo II coge de la escuela de Husserl, escuela ala que pertenece también santa Edith Stein, que hizo su tesis sobre la empatía.
Es mi opinión que esta experiencia de intimidad está tanto en la base de la amistad como de la vida espiritual. Las veces que pude saludar en su Misa privada a san Juan Pablo II, uno experimentaba que estaba ante una persona que te amaba y con su mirada establecía una corriente de empatía y comunión. Mi explicación de esto es que la profundidad de su vida espiritual, de su relación con Dios Trinidad formó esta personalidad que te amaba con la mirada e invitaba a la confianza y a la amistad. No era raro en las JMJ que las personas que cruzaban miradas con él experimentaban esta humanidad profunda. Creo que a través de su mirada actuaba este corazón humano y divino a la vez, se volcaba su interioridad.
Para terminar
Leí en el libro que escribió Rocco Butiglione sobre las aportaciones de Karol Wojtyla al Concilio que su aportación consistió en encontrar una vía para superar la ruptura entre la modernidad y la Iglesia. Esto requiere una pequeña precisión. La modernidad propugna una conciencia autónoma que no fue aceptada tal cual por la Iglesia hasta que en el Concilio se afirmó que la libertad de conciencia no es incompatible con el catolicismo. Juan Pablo II supo unir libertad de conciencia y verdad en su antropología, y yo creo que aprendemos esta unión en sus escritos en su vida y en su antropología. Descubrimos la verdad de esta amanera, viviendo una vida auténtica, y tenemos en nuestra conciencia, que reside en el corazón, el camino a recorrer. En mi humilde ignorancia me parece que este es el camino que él recorrió, y que no sólo vale para su época historia, sino para la nuestra, en la que tenemos otro materialismo igual de opresor para el espíritu que los que el vivió. Su testimonio, su pastoral (véase Srodovsiko) es un camino profundo para la Iglesia en este tiempo en que la postmodernidad se ha convertido en una experiencia opresora del espíritu.
Sin duda todo esto es incompleto. El pontificado de este santo, de este gigante espiritual, no se puede ni introducir en este artículito. El jubileo del 2000 fue su programa. Si alguien quiere conocerle le recomiendo empezar por ahí, leer Redemptor Hominis o cualquiera de sus encíclicas. Espero lo hagáis. No os defraudará. Os hará crecer.