Formación
El Concilio no es el problema

El Concilio no es el problema

Todos los días suelo leer blogs que informan ¿u opinan? sobre la Iglesia, y frecuentemente encuentro artículos negativos sobre el Concilio Vaticano II al que achacan los males actuales que la Iglesia está pasando. Esta actitud creo se ha convertido en parte de su línea editorial, pues rara vez se ven comentarios positivos en favor del Concilio, sino que, por el contrario, frecuentemente en lugares destacados, hay defensas de un tradicionalismo que no ha sabido aplicar el Concilio y lo rechaza en su totalidad o en alguno de sus puntos. Ya ha habido un artículo en Religión en libertad debatiendo con una articulista de Infovaticana que firma con el pseudónimo de «Católica ex-perpleja» y que ha sido calificado como desafortunado por un blog del mismo sitio. Sin embargo a mi me parece acertadísimo.

Esos días estoy leyendo la biografía de d. Marcelo, quien fue Arzobispo de Toledo y además padre conciliar. Fue quien me acogió en el seminario y guardo un recuerdo extraordinario de él. Es una obra que recomiendo leer a quien quiera conocer la historia de la Iglesia en España desde los años 30 hasta el segundo milenio. Don Marcelo enseñó a aplicar el Concilio Vaticano tanto en su diócesis de Astorga como en Barcelona y en Toledo. Y como lo primero que hay que hacer para poder aplicarlo es conocerlo, se empeñó en que en Astorga se formase a los laicos en el decreto sobre los laicos, que los sacerdotes conocieran el decreto de la Liturgia y de la Iglesia, y, por supuesto, el decreto sobre el sacerdocio, etc. Tuvo un programa de conferencias sobre los documentos del Concilio e incluso pensó en instituir una cátedra en el estudio teológico de Astorga que se llamase Vaticano II. Esto me recuerda que en el programa de estudios del Seminario de Toledo teníamos una asignatura dedicada específicamente a los documentos conciliares y la impartía un teólogo que fue perito conciliar. Los leíamos en latín, él los comentaba y discutíamos su contenido y alcance en las clases.

El problema no es el Concilio, sino lo que se hizo en la Iglesia (¿o contra la Iglesia?) usando el Concilio como excusa para las más extemporáneas decisiones. Los ejemplos de esto son innumerables; desde la asamblea conjunta del año 1971 de Madrid en la que la mayoría de los sacerdotes cuestionaron el celibato sacerdotal, cuando el Concilio, por ejemplo, en uno de sus documentos (PO) dice lo siguiente:

Este Santo Concilio aprueba y confirma esta legislación en cuanto se refiere a los que se destinan para el presbiterado, confiando en el Espíritu que el don del celibato, tan conveniente al sacerdocio del Nuevo Testamento, les será generosamente otorgado por el Padre, con tal que se lo pidan con humildad y constancia los que por el sacramento del Orden participan del sacerdocio de Cristo, más aún, toda la Iglesia. Exhorta también este Sagrado Concilio a los presbíteros que, confiados en la gracia de Dios, recibieron libremente el sagrado celibato según el ejemplo de Cristo, a que, abrazándolo con magnanimidad y de todo corazón, y perseverando en tal estado con fidelidad, reconozcan el don excelso que el Padre les ha dado y que tan claramente ensalza el Señor, y pongan ante su consideración los grandes misterios que en él se expresan y se verifican.

Sin embargo, siendo la doctrina del Concilio tan clara, en dicha asamblea más del 50% de los miembros votaron a favor de la supresión del celibato sacerdotal, propuesta que no se aceptó por no llegar a los 2/3 necesarios para su aprobación, según el reglamento de la asamblea. Pero fue claro que más del 50% actuando supuestamente en nombre del Concilio, votaron contra el Concilio. Eso fue la constante en aquellos años.

Se podrían poner muchísimos más ejemplos de actuaciones de este tipo, que con el tiempo se han demostrado funestas para la evangelización. Estas se tomaban siguiendo el mismo procedimiento superficial. H. de Lubac, uno de los peritos conciliares más importante tiene escrito un breve artículo en los años 80 quejándose se las aplicaciones del Concilio, y lo mismo el Papa Benedicto XVI. El Sínodo de 1985 se dedicó a cómo se debe hacer la correcta recepción del Concilio.

Pero en nuestros días ha surgido, como digo al principio, una reacción contraria, que atribuye al Concilio los males actuales. Empieza a estar muy extendida, y de manera sutil aparece en muchos blogs y sitios de información sobre la Iglesia que no califico como católicos, pues esto es algo que según el Código de derecho canónico, solo puede ser calificado como tal por la jerarquía de la Iglesia. Quienes así piensan están equivocados, pues el Concilio pertenece al magisterio ordinario de la Iglesia. No contiene opiniones particulares, ni siquiera representan la opinión mayoritaria de los obispos allí presentes; tampoco son teología, por lo que es incorrecta la expresión «la teología del Concilio Vaticano II», sino que contiene doctrina, por ser magisterio ordinario de los obispos en comunión con el Papa. Rechazarlo con conocimiento de causa es un acto temerario que rompe la unidad de la Iglesia. También lo es rechazarlo sin conocimiento de causa, con el agravante de tener una actitud irresponsable en n tema tan importante y relacionado con la salvación propia.

Por todo ello, en la parroquia seguiremos estudiándolo para aplicarlo bien, explicarlo y crecer en la fe. , Sabemos que es magisterio de nuestra santa Madre y de nuestros pastores, no opiniones más o menos acertadas o de libre aceptación.

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