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Algunas reflexiones en la crisis del Coronavirus….

Algunas reflexiones en la crisis del Coronavirus….

Llevamos ya unos cuantos días de confinamiento, y el párroco no para de pensar cositas. ¡Un defecto que uno tiene! Por suerte o por desgracia no puedo apagar el cerebro y lo siento por vosotros, que me tenéis que aguntar…

Como estoy haciendo números estudiando el desarrollo del COVID, me asustan cosas que estoy viendo y pensando. ¿Cuántos infectados realmente hay? Más de un millón en España? ¿Cuánto dura la enfermedad? Si uno no desarrolla síntomas, y contagia, y dura más de 20 días, y hay más de un millón de contagiados, pues ya me dirán ustedes ….

Esto no es ser catastrofista, sino intentar pensar en cómo va a ser el futuro próximo. Artículos serios que estoy leyendo estsos días, y por serios me refiero a Science, nos hablan de 5 años inciertos por delante. Y nos hablan de la necesidad de mantener la famosa distancia social en el futuro. Interesante, e importante. Por lo que parece el Covid ha llegado para quedarse.

Con respecto a la pastoral de la Iglesia, ¿cómo nos va a afectar esto? No creo que aguantemos mucho las medidas de confinamiento, pero he escuchado algunas posibilidades de futuro y debemos pensar en ellas. Si miramos a Italia, puede que el confinamiento dure un mes a partir de este día en que escribo. Y yo casi no puedo aguantar más. Estamos a 17 de Abril. Una de las posibilidades es que los mayores estén en casa más que los jóvenes, pero a mi esto me plantea preguntas. Si yo me contagio, y como vivo con mi madre de 88 años, ¿no la puedo contagiar a ella?

Y luego está el tema económico. La crisis es brutal. ¿Puede la economía nacional pagar los gastos que estamos teniendo estos días, sin los ingresos que tiene el estado a partir de nuestros impuestos? ¿No está ya de hecho el estado arruinado? ¿Y esto como lo vamos a digerir? Quizás hallamos pasado en unas semanas del primer mundo al tercer mundo…. Quizá estemos ante una fractura social muy grande.

Por mi parte, yo ya estoy deseando empezar a celebrar los sacramentos con la gente de la parroquia. No puedo vivir sin ellos. La Iglesia no puede vivir sin sacramentos, pues estos, construyen la Iglesia, como nos enseñó el p. gran De Lubac, No creo que tengamos vocación de anacoretas y tiene muchos peligros vivir esta vocación sin tenerla.

La tecnología ayuda algo, pero ciertamente no es lo mismo. E incluso, tiene sus riesgos para la fe. No es lo mismo ver un sacramento a través de una pantalla que estar presente en él. En el primer caso, uno no participa en el sacramento, y si cree que participa, se engaña. No es lo mismo. Y mucho menos seguir el sacramento en diferido. En mi opinión, solo se debe hacer para escuchar una homilía o predicación, pero uno, si la participación es limitada en el primer caso, en el segundo no lo es, ni mucho menos. No tiene más valor que una lectura piadosa, y un sacramento es mucho más que una lectura piadosa.

Entonces, ¿cómo vivir en el futuro, en los próximos cinco años?

  1. Es esencial, y poder hacerlo pronto, recuperar la participación en la liturgia. Para ello, marcar en los bancos donde se puede sentar la gente, tener protocolos de desinfección de los mismos, etc.
  2. Recuperar la familiariadad entre nosotros:
    Esta familiaridad de los cristianos con el Señor es siempre comunitaria. Sí, es íntima, es personal pero en comunidad. Una familiaridad sin comunidad, una familiaridad sin el Pan, una familiaridad sin la Iglesia, sin el pueblo, sin los sacramentos es peligrosa. Puede convertirse en una familiaridad —digamos— gnóstica, una familiaridad sólo para mí, separada del pueblo de Dios. La familiaridad de los apóstoles con el Señor fue siempre comunitaria, siempre en la mesa, signo de la comunidad. Siempre era con el Sacramento, con el Pan.Digo esto porque alguien me hizo reflexionar sobre el peligro de este momento que estamos viviendo, esta pandemia que ha hecho que todos comuniquemos, incluso religiosamente, a través de los medios, a través de los medios de comunicación, también esta Misa, estamos todos comunicados, pero no juntos, espiritualmente juntos. El pueblo es pequeño. Hay un gran pueblo: estamos juntos, pero no juntos. También el Sacramento: hoy lo tienen, la Eucaristía, pero la gente que está conectada con nosotros, sólo la comunión espiritual. Y esta no es la Iglesia: es la Iglesia en una situación difícil, que el Señor permite, pero el ideal de la Iglesia es estar siempre con el pueblo y con los sacramentos. Siempre.
    Y un poquito más adelante dice el Papa:
    [….]  “Ten cuidado de no viralizar la Iglesia, de no viralizar los sacramentos, de no viralizar al pueblo de Dios”. La Iglesia, los sacramentos, el pueblo de Dios son concretos. Es cierto que en este momento debemos mantener la familiaridad con el Señor de esta manera, pero para salir del túnel, no para quedarnos. Y esta es la familiaridad de los apóstoles: no gnóstica, no viralizada, no egoísta para cada uno de ellos, sino una familiaridad concreta, en el pueblo. Familiaridad con el Señor en la vida diaria, familiaridad con el Señor en los sacramentos, en medio del pueblo de Dios. Ellos hicieron un camino de madurez en la familiaridad con el Señor: aprendamos a hacerlo también nosotros. Desde el primer momento, entendieron que esa familiaridad era diferente de lo que imaginaban, y llegaron a esto. Sabían que era el Señor, compartían todo: la comunidad, los sacramentos, el Señor, la paz, la fiesta.
    Que el Señor nos enseñe esta intimidad con él, esta familiaridad con él pero en la Iglesia, con los sacramentos, con el pueblo fiel de Dios.
  3. Recuperar lo perdido: Me refiero a la confesión, los hábitos de oración la Misa diaria, etc.
  4. Volver a hablar de la muerte con espiritu cristiano. He leído estos días en la GER (la Gran Enciclopedia Rialp) su artículo sobre las pestes medievales, y, en especial, sobre la peste negra y la influencia que esta epdiemia tuvo en la sociedad tardomedieval. Hizo volver la mirada a la muerte, y cosas, que nos pueden parecer macabras, vienen de esta temporada. Siemrpe recuerdo el miedo que me producía una escultura del museo de Valladolid sobre la muerte. Y he aprendido que el baile de la muerte de la capilla del Cristo de Javier probablemente refleja este sentimiento social después de la peste negra….
    Cómo encajemos nosotros la epidemia dependerá de nuestra vida interior y docilidad al espíritu de Dios. No tenemos la misma visión de la muerte que la que se dio en este temporada a la que me refiero, pero sería un error descomunal que nos dejáramos arrastrar del ambiente que niega el luto por los fallecidos en esta epidemia. Yo tengo varios amigos falelcidos, y no estoy para aplausos, de hecho he dejado de salir a aplaudir en homenaje a mis amigos fallecidos.
    Integrar la muerte en nuestra vida espiritual es a lo que hemos de tender. No al estilo antiguo, pues no pienso poner un catafalco en la parroquia para ello, pero sí, debemos insistir en la predicación en ello. Ciertamente la sociedad secularizada la va a ignorar.
  5. Reavivar la comunión eclesial. Esa familaridad a la que se refería el Papa en la homilía que cito. Este es un gran desafío para la Iglesia en España, que siempre ha estado tocada por un gran individualismo.
  6. Docilidad al Espíritu y la creatividad necesaria para adaptarnos a los tiempos. Se trata de ser libres con libertad interior para ponernos a disposición de la Iglesia sin miedo a cambios. Por supuesto que los cambios han de ser hechos en fidelidad, pues no se trata de cambiar la fe. Eso sería caer en la herejía. Pero los santos han sido los que han cambiado cosas y han sido diferentes, siguientdo con una gran libertad interior el camino que les marcaba el Espíritu Santo. Sin esa liberta interior es imposible ser dócil a Él. Aquí es donde entra el dicernimeinto tanto individual como comunitairo, para ver por donde nos quiere llevar el Espíritu Santo. Y no se trata de crear fórmulas predeterminadas o corsés, o volver al pasado en las formas. Los santos no actuaron así. Fueron creativos, pues el Espíritu es Creador. Veni Creator Spiritus. Solo con esta docilidad y libertad podermos ser valientes para asumir los riesgos de la santidad. Uno no puede ser santo sin ser aduaz para empezar nuevos caminos. Y no está de más recordad que la santidad es nuestra vocación.

Por mi parte paro aquí. Creo que es posible que estemos ante un gran cambio cultural, y el nihilismo de nuestra sociedad puede que lo no sepa afrontar de modo constructivo. Es necesario ser creativos desde la oración, y muchas ganas de trabajar para ser cristianos después del Covid 19, o con el Covid como compañero de camino. es posible que lo tengamos en los próximos años.

De la mano de la Virgen, evangelizaremos la sociedad.

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